Encontrar contraindicación al tratamiento y saber derivar al especialista correspondiente es, muchas veces, muy importante para el osteópata. Hace unos meses, acudió a nuestra consulta una mujer de 35 años, recomendada por una amiga que había recibido tratamiento osteopático hacía año y medio por un “dolor parecido”. La molestia más importante se situaba en el hombro y músculo trapecio del lado izquierdo con dolor referido hacia la parte anterior del tórax y por la cara interna del brazo hasta los dos primeros dedos de la mano desde hacía dos o tres semanas. Había recibido varios tratamientos manuales aplicados por fisioterapeutas (masaje, calor, corrientes,…) sin ningún cambio en el dolor. No refería traumatismo en cuello, hombro o brazo. La sintomatología desaparecía con el reposo. Un esfuerzo físico, como transportar la compra con los brazos o subir escaleras le agravaban los síntomas. No presentaba palpitaciones, ni taquicardia, pero sí se fatigaba con facilidad y aparecía disnea (falta de aire, de respiración) y tos seca al jugar con sus hijos pequeños. La mujer tenía sobrepeso y refería estar bajo un estrés importante laboral y familiar desde hacía tiempo (2 años).
La sintomatología podría dirigirnos hacía un posible problema cardíaco, por lo que debemos de realizar un diagnóstico diferencial con un posible problema del sistema músculo-esquelético. Este trabajo comienza en la anamnesis, cuando realizamos la entrevista al paciente, y va acompañado de preguntas especiales dirigidas a saber si alguna vez se ha padecido del corazón o existen síntomas y signos que se puedan asociar. Las cardiopatías son la principal causa de muerte en los países industrializados. Por suerte, en las últimas décadas el progreso de nuestro conocimiento en la estructura y función del sistema cardiorrespiratorio ha aumentado muchísimo. La aplicación de este conocimiento ayuda a los profesionales a instruir a sus pacientes para alcanzar un buen estado de salud cardiovascular.
Al preguntar a la paciente si el médico le había dicho alguna vez si padecía de problemas cardíacos o si había pasado alguna crisis cardíaca alguna vez, la mujer respondió que hacía 8 años había sufrido de un prolapso de la válvula mitral debido a una fiebre reumática, pero que ya estaba bien y que ya no tomaba medicación. El dolor de la válvula debe ser diagnosticado por un médico, pero a veces el paciente llega primero a la consulta pensando que es un problema muscular.
Se le preguntó a la paciente por posibles antecedentes de dolor cervical o de hombro anteriores. No los había padecido. A cerca del tipo de dolor, se le preguntó si lo sentía superficial o profundo (el dolor músculo-esquelético es más superficial que el cardíaco), con respuesta afirmativa para la segunda opción. El dolor comenzaba con el esfuerzo de todo el cuerpo, mientras que si realizaba alguna actividad con el brazo, moviendo el hombro, el dolor no se reproducía. La movilidad del hombro y de la columna cervical era normal. Los test para encontrar una posible hernia discal, negativos. Sensibilidad y fuerza normales en los dermatomas afectados por el dolor. Test neurodinámicos negativos. La radiología no presentaba osteofitos a nivel de la columna cervical que pudieran explicar el dolor referido por el brazo y cuello. No presentaba signos neurológicos.
Sin traumatismo previo, con antecedentes de problema cardíaco, con disnea, fatiga y tos seca (generalmente se presenta en problemas pulmonares, pero puede presentarse como una complicación pulmonar por patología cardíaca), dolor al esfuerzo de todo el cuerpo, sin antecedentes de dolor cervical o de hombro, con la movilidad normal conservada (lo cúal indica que podría no ser un problema mecánico, de movilidad), sin hallazgos radiológicos que nos dirigieran hacia un problema del sistema músculo-esquelético, decidimos derivar a la paciente al médico para que diagnosticara si existía contraindicación al tratamiento manual, adjuntando un informe con toda nuestra exploración y evaluación objetiva para ofrecerle al facultativo una información clara y completa y ayudarle en la toma de decisión respecto a la afectación músculo-esquelética.
Al cabo de una semana, recibimos una llamada de la paciente informándonos que el médico, tras las pruebas pertinentes, le había diagnosticado una isquemia miocárdica debido a la mala función de la válvula mitral. Estaba tomando medicación, el dolor había desaparecido y tenía cita con el cardiólogo para continuar con el tratamiento adecuado. La mujer estaba enormemente agradecida con nuestro trabajo, que fue un diagnóstico diferencial y nada más.
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