lunes, 18 de noviembre de 2013

OSTEOPATÍA PARA EMBARAZADAS








Podemos utilizar el tratamiento osteopático en algunas de las patologías de la mujer embarazada aunque la mayoría de ellas y de los profesionales de la salud lo desconocen. Es muy importante conocer los problemas obstétricos que podemos tratar, ya que pueden existir contraindicaciones relativas al tratamiento. Un porcentaje superior al 50% de las embarazas refiere algún dolor del sistema músculo-esquelético durante el embarazo. Para realizar el tratamiento es necesario conocer la fisiología de la reproducción humana, el cuerpo de la mujer embarazada, el feto y su desarrollo y el efecto que ejerce todo esto sobre la estructura de la paciente.
 El tratamiento osteopático mejora el equilibrio homeostásico y facilita que la gestante se adapte a los cambios estructurales y hormonales del cuerpo, pudiendo así disminuir las molestias provocadas por las tensiones en el crecimiento del útero. Durante el tratamiento, debemos tener en cuenta la posición del feto dentro del útero de la madre y su evolución, es decir,  las posibles tensiones que puedan acumularse con los cambios estructurales en la mujer durante el crecimiento de éste. También se producen cambios importantes a nivel hormonal y psicológico. 
Las nuevas tecnologías usadas para el estudio del feto han dado solución a numerosos problemas que podía tener la gestante y que, hoy en día, se pueden corregir. Es imprescindible por tanto, el trabajo multidisciplinar entre ginecólogo, matrona y osteópata para compartir la información que cada uno haya recogido y decidir una línea de tratamiento que beneficie lo máximo posible a la gestante.
Los cambios biomecánicos estructurales adaptativos al desarrollo del feto producen cambios en la circulación arterial y venosa. Se produce durante la gestación un aumento de la afluencia de sangre hacia los órganos de la pelvis para cumplir las necesidades metabólicas de la situación y muchas veces, el retorno venoso hacia la circulación sistémica se enlentece provocando congestión de los órganos maternos. Los cambios de gradiente de presión y de respiración entre el abdomen y el tórax  también alteran la dinámica del retorno venoso, y, en ocasiones, el útero al presionar la vena cava inferior contribuye a la congestión. Esto puede provocar hemorroides, varices en la vulva y miembros inferiores. Si el éxtasis llega a congestionar órganos como hígado, páncreas o el sistema de recogida de sangre medular y vertebral (el sistema ácigos y hemiácigos) pueden provocarse cefaleas, náuseas, mareos, etc.
  Los cambios hormonales se mantendrán después del parto. Uno de estos cambios es el ensanchamiento y el aumento de movilidad de las articulaciones sacroilíacas y sínfisis púbica gracias al aumento de la hormona relaxina que es la principal responsable de la laxitud articular. Sobre todo, se concentra en el útero y ligamentos de la pelvis. Otro de los cambios relacionado con las alteraciones hormaonales (progesterona, relaxina) es la elevación del diafragma aproximadamente 4 cm al elevarse la caja torácica. El aumento en la concentración de progesterona puede ocasionar retención de líquidos y contribuir en la congestión. Ésta, provoca la acumulación de productos metabólicos de desecho en los tejidos blandos y en el aparato digestivo que pueden ser responsables de dolor.
El dolor más común en la mujer embarazada es la lumbalgia. Al aumentar el peso del feto, el centro de gravedad de la mujer se desplaza hacia delante. El cuerpo debe adaptarse aumentando las curvas de la columna y una anteversión pélvica. Esto supone un aumento importante de la carga mecánica sufrida por las carillas articulares de la unión lumbosacra y de la zona lumbar. La zona de las articulaciones sacroilíacas sufre tensiones también por el agrandamiento del útero. Culturalmente, el dolor lumbar se considera inevitable durante el embarazo tanto para mujeres como médicos. El embarazo por sí solo puede aumentar la intensidad del dolor de algunos problemas que ya existían antes de la gestación.

Nuestro trabajo consiste, mediante la terapia osteopática, en conseguir que el cuerpo de la paciente sea capaz de adaptarse a la nueva situación para que desaparezcan los síntomas (dolor de espalda, naúseas, vómitos, mareos, cambios de humor,…) ya que la gestación fisiológica no debería ser  dolorosa ni sintomática de ningún tipo

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